lunes, 19 de marzo de 2018

El día (el duelo) del padre


Sé que empiezo tarde a escribir. Ésta es mi oportunidad de poner en orden mis recuerdos y sentimientos, de expresar el dolor de un padre que se ha despedido de su hijo recién nacido.

He hablado con algunos padres en duelo sobre cómo ha afectado la muerte perinatal a su vida y yo también he tenido sentimientos muy parecidos.

Las primeras semanas no sentía nada. El shock era tan grande que no podía ser consciente de lo que nos acababa de ocurrir. Las obligaciones con los otros hijos, el papeleo y sostener a mi mujer destrozada no me permitieron empezar el duelo hasta más tarde. Nunca estaba solo y cuando asomaba algún sentimiento lo enterraba y me ocupaba de algo práctico. Y eso también empezó a preocuparme mucho. ¿Por qué no siento nada? ¿Como puedo ser tan frío ante semejante desgracia?

Pero de repente cayó mi muro. Me derrumbé. Lloré como un niño, dejé que el dolor me invadiera y al fin expuse mi alma totalmente destrozada.

Poco a poco noté que había perdido mi instinto, mi enfoque, mi confianza. También empecé a sentir cosas que nunca antes había experimentado, como la desesperanza, el miedo a no superarlo nunca, la soledad y la culpa. Andaba sin rumbo, sin saber qué nos había ocurrido, sin entender la incomprensión y la actitud de mi familia hacia nosotros, enfadado y dolido con algunas personas y con la vida por habernos dado una ostia de tal tamaño. En este escenario tuve un accidente de moto donde podía haber muerto. Y ahora estoy aun recuperándome de la operación. Este accidente me ha permitido estar en casa muchos meses, hablando con mi mujer, cuidando a mis hijos, cuidándome a mi mismo, asimilando, escribiendo, tomando decisiones.

Junto con mi mujer hemos aprendido mucho de todo lo que nos está sucediendo. Las cosas que solían ser importantes para mí de repente han dejado de serlo. Yo solía estar preocupado por mi posición laboral, por el salario, por el coche que tenía, por enorgullecer a mi padre, por tener amigos y estar en todas partes, por lograr mis objetivos antes de los 40. Lo tenía todo: un buen trabajo, un buen hogar, 2 hijos preciosos y un tercero en camino. Pero volvía a casa demasiadas veces serio, sintiendo que no cumplía con mis propias expectativas, apuntando tan alto por cosas que ahora ya no me parecen importantes. La muerte de mi hijo ha hecho que toda esa locura se detuviera. Una parte de mí murió con él. Empecé a hablar mucho con mi mujer, a dignificar nuestro dolor, a priorizar nuestro bienestar antes de compromisos sociales. Estamos aprendiendo a cortar cosas de nuestra vida que no agregan ningún valor real y tratamos de no disgustarnos por cosas que no podemos controlar. Volvemos a la esencia, aunque a veces nos seguimos sintiendo muy solos e incomprendidos. El dolor es muy intenso aunque haya pasado ya un año. Lloramos muchas noches con la incertidumbre de si alguna vez podremos volver a ser felices, si podremos volver a sentirnos llenos con este vacío inmenso que la muerte de Xavi ha dejado en nuestro corazón.

Durante estos meses he aprendido que la vida es realmente corta, pero que mi hijo me espera y que debo disfrutar de lo que tengo aquí y ahora. He cambiado de trabajo y he decidido llevar a cabo una ilusión que siempre había quedado a la espera. Nos iremos un tiempo fuera. Y nos iremos tantas veces como lo necesitemos. Viviremos aquello que queramos vivir, no dejaremos nada para más adelante, un futuro que hemos aprendido que es realmente incierto.

Mi mujer dice que ahora soy una versión mejor de mí mismo.

El duelo del padre a menudo es invisible ante los demás y ante nosotros mismos. También estoy traumatizado. Esperaba vida y recibí muerte. Esperaba alegría y recibí dolor. He visto sufrir infinito a la persona que más amo en mi vida, y no he podido evitarle ese dolor. Es la mujer más fuerte y valiente que conozco. Yo estaba allí cuando ella dio a luz a nuestro hijo con los ojos llenos de lágrimas, sin entender de donde sacaba las fuerzas para pujar. Le cogí en mis brazos, mi hijo, tan parecido a los otros dos, tan perfecto. He visto a mi mujer llorar noche tras noche sin poder consolarla, y llorar yo por ella, por mí, por mi hijo que nunca estará con nosotros. Y nos hemos levantado con los ojos hinchados de llorar, pero con una sonrisa para nuestros hijos. Hemos resistido ante las críticas de los demás, ante palabras y actos que nos han destrozado aun más. Estamos luchando para seguir adelante, para aprender algo de toda esta desgracia.

Lo conseguiremos. 


3 comentarios:

  1. Como he llorado con esta entrada. Es verdad que siempre dejamos cosas para más adelante cometiendo un gran error. La vida es demasiado incierta y corta. Ánimo

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  2. Molts ànims Uri! Fa anys que no us veig però penso molt sovint en tu i la Cris!

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