En contra de lo que la gente puede pensar, este ha sido un verano muy triste. Incluso más que el anterior donde las ganas de volver a quedarnos embarazados llenaban de diversión nuestras noches y siestas. Sí, entonces aun estábamos en fases del duelo complejas, la ira e incomprensión a veces aun nos atormentaban, pero la ilusión y las ganas que los dos poníamos en seguir adelante eran muy poderosas y permitieron pasar unas semanas muy agradables y tranquilas junto a nuestros hijos aunque el poso de la tristeza siempre reinaba en el fondo de nuestro corazón. Luego llegaron las decepciones, la desesperación se volvió más intensa y pasamos un otoño y unas navidades horribles...
Este verano ya teníamos a nuestro 4º hijo en camino. El embarazo te hace tener las emociones a flor de piel y sobretodo yo me he pasado cada día echando de menos MUCHÍSIMO a Xavi. En la playa lloraba continuamente cuando veía a mis hijos jugar o cuando se nos acercaba un niño de 1 año o año y medio a jugar con los coches, compartiendo carreteras o castillos con mi segundo hijo. Visualizaba continuamente lo que hubiera sido nuestra vida si la desgracia no nos hubiera tocado. Un dolor muy intenso que es difícil de explicar...
No puedo decir qué es peor, el recuerdo de lo ocurrido o el dolor por aquello que nunca será.
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