Y creo que he fracasado estrepitosamente.
Para algunos el ejemplo que debería dar es el de olvidar lo antes posible la muerte de mi hijo, volver a vivir como si nada hubiera ocurrido, siempre con una sonrisa y no hablando jamás del tema. Así les educaron en el pasado a vivir ocultando las desgracias y emociones, una vida que en apariencia fuera siempre “perfecta”, como un anuncio americano de los años 50. Los problemas, encerrados en casa. Y así se ocultaron maltratos, depresiones, enfermedades o problemas de aprendizaje de los hijos. Todo era perfecto.
Y mi familia es de aquellas que nunca ha creido en la psicología. Todos son muy fuertes y capaces de superar cualquier cosa. Pero a nadie se le ha muerto un hijo. Y esto es tan devastador que dejas de pensar en la imagen que das hacia fuera. Al menos mi marido y yo hemos intentado olvidarnos de lo que piensen los demás y seguir nuestro camino del duelo. Ciertamente hemos aprendido a ser nuestro centro y quitarnos la presión que nos dan nuestras familias... porque en el fondo lo que cuesta es acompañar en el dolor y es mucho más fácil para todos si lo ocultamos.
En el fondo creo que estamos siendo ejemplo de algo que ellos no esperaban. Ejemplo de afrontar abiertamente la tragedia, ejemplo de llamar las cosas por su nombre, porqué sí, la muerte de nuestro hijo ha sido una ostia brutal que nos ha dado la vida. Ejemplo también de priorizar, de no estar atado a convencionalismos sociales por obligación, ejemplo de llorar siempre que lo necesitamos, ejemplo de hablar claramente sobre la muerte a nuestros hijos, ejemplo de no aceptar intromisiones y críticas hacia nuestro duelo, ejemplo de saber pedir ayuda, ejemplo de introspección y autoconocimiento, ejemplo de aceptación del dolor y del vacío que Xavi ha dejado en nuestra vida. Esta manera de afrontar la pérdida y el dolor es el ejemplo que, en cualquier caso, quisiera dar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario