Ha sido un fin de semana muy duro para nosotros en el que inevitablemente los recuerdos de aquellos dos días nos han hecho revivir de nuevo los peores momentos de nuestra vida. Un saco lleno de vivencias terribles que no puede imaginar, desde la llegada al hospital con Xavi en la barriga a irnos con los brazos vacíos y un agujero inmenso en el corazón. Todo lo que pasó en medio, cada minuto, cada palabra, cada pinchazo, cada empuje para dar luz un hijo que no volvería a ver nunca mas ... cada uno es un recuerdo inmensamente doloroso que nos acompañará toda la vida.
Nuestro hijo sufrió, murió y nació, en un orden que nunca debería ser. Lo despedimos destrozados sin saber muy bien lo que nos quedaba por delante. Ha sido un año terrible y nuestra vida nunca volverá a ser "perfecta" por mucho que luchemos para que se acerque. Siempre nos faltará él. La muerte es lo único irreversible, es lo único incompensable.
Ha vuelto la negación y la ira... las preguntas. ¿Por qué ha muerto nuestro hijo? ¿Por qué insistimos a los médicos que hicieran algo el día anterior? ¿Por qué nos toca sufrir tanto? ¿Por qué terminó una vida justo cuando tenía que empezar? ¿Por qué he tenido que pasar por un parto terrible y un puerperio sin bebé? ¿Por qué tengo que llevar toda mi vida un cuerpo que siente la muerte en el vientre y los pechos llenísimos y frustrados por no poder amamantar?
Poco a poco hemos ido sustituyendo el dolor de su recuerdo por amor, dándole un lugar en nuestro corazón y en nuestra familia. Pero el dolor de la experiencia tan traumática perdurará hasta que la vejez nos robe los recuerdos. Dios, cuánto le echo de menos.
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