viernes, 16 de febrero de 2018

No me lo quitéis...

Muchas noches sueño que intento agarrar a mi hijo mientras se lo llevan, que intento agarrarle como un globo que se escapa hacia el cielo... y no puedo, se aleja cada vez más... Es uno de los sentimientos que me causan más dolor, más impotencia. 

Tuve a mi bebé en brazos tan poquito... en shock, sin tener ninguna capacidad de decisión, dejándome llevar por las comadronas y ginecólogas que me atendieron. Y me da una pena terrible no haber estado más entera, más fuerte, para decir: NADIE TOCA A MI BEBÉ. No os lo llevaréis, vendrá conmigo. Nadie me quitará a mi bebé hasta que yo esté lista, hasta que me de cuenta de que jamás voy a volver a verle. 

Me imagino como hubieran sido esos días de ser consciente de lo que me estaba pasando. Me imagino que obligo a un parto inmediato y a intentar una reanimación. Imagino que no dejo que se lleven a mi hijo antes de tenerle en mis brazos, calentito. Imagino que digo que nadie va a tocar a mi hijo, que no le harán autopsia, que no se quedará en la morgue, que no se lo llevará ningún desconocido a ningún lado. Quiero quedármelo más... más por favor...¿como pude dejar que se lo llevaran? ... si, ya recuerdo... estaba en shock. Debo perdonarme tantas cosas... 

Es tan frustrante no poder volver a cogerle, recordar esos minutos tan cortos, tan frágiles, tan tristes. 1 año más tarde aun me siento con el corazón roto y los brazos vacíos. Los brazos vacíos, necesito alcanzarle, volver a sostenerle, volver a acunarle. Mi bebé precioso...

miércoles, 14 de febrero de 2018

Viviendo a trompicones

Últimamente cuando alguien me pregunta como estoy no se como responder. Estoy viviendo muchos cambios internos,  pilares que han caído, certezas replanteadas, modelos familiares y estilos de vida que ya no deseo... y que antes había deseado con muchísima intensidad, creo que sin plantear bien las consecuencias, deseos infantiles que buscan aun dar una imagen hacia fuera, superar traumas y demostrarte a ti mismo que puedes cumplirlos. Pero la vida de repente te da una ostia de tal calibre que te caen todas las vendas de los ojos, pierdes absolutamente la inocencia y desmonta toda tu vida. Y no te queda otra que reconstruir con los pedazos que te quedan ... pero elijes solo lo importante. O al menos lo pones en primer lugar. Y todo lo demás queda cubierto por un velo. Deja de importarte el qué dirán, dejas de intentar gustar a todos. Racionalizas todo aquello que constituirá los nuevos pilares de tu vida. Y dejas lugar para sentir. Sí, esto me molesta o sí, esto me está haciendo sonreír... Te observas y aprendes a dejar que tus sentimientos fluyan, que la vida fluya. Te liberas de compromisos y presiones, tuyas y de otros.

Pero todo esto no ocurre tranquilamente... Es una tormenta de pensamientos y sentimientos que conviven durante un tiempo muy tumultuoso, incómodo y angustiante. 

¿Como estoy? Pues transitando por un duelo terrible, viviendo en plena tormenta. Llena de dolor. Llena de contradicción. Llena de amor. Llena de resentimiento. Con algo de esperanza, con algo de envidia. Con agradecimiento. Muchas veces sintiéndome derrotada y dejando que la vida decida ya por mi. Con muchos momentos de tristeza intensa, pero también con momentos de paz. Una vida a trompicones, avanzando y parándose continuamente, arrancando de nuevo y volviendo a desfallecer. 

Siento que mi mente va buscando un equilibrio, construyendo estos nuevos pilares y re-ubicando el dolor para que éste ya no sea tan intenso e invalidante.

Hay que ser muy fuerte para afrontar todo esto. Y saber pedir ayuda. Escribir, escribir, escribir... para ir desenredando los pensamientos. Pero merece la pena resistir para aprender también que se puede desfallecer y volverse a levantar.



domingo, 11 de febrero de 2018

Progresar desde la tragedia

Cyrulnik dice que el progreso de la humanidad solo viene después de una catástrofe. Afirma también que los individuos progresan después de un gran trauma, desarrollan una mejor versión de si mismos, más resilente, más profunda, más sabia.

Así lo siento también en mi marido y en mí. Qué duro es pasar por un infierno como el del duelo por la muerte de un hijo. Y cuánto hemos cambiado. Cuánto hemos aprendido.


viernes, 9 de febrero de 2018

¿También estás triste?

Estoy muy triste, muchísimo. Y siento que él también lo está. Está triste y enfadado por no poder estar conmigo tanto como yo de que no poder estar con él. Siente la misma impotencia que yo. Llora como yo. Grita por estar conmigo. No está bien. No está en paz. Es imposible. Se que los sentimientos a menudo son recíprocos entre personas, también lo serán entre el cielo y la tierra. Si yo estoy tan triste... ¿tu también? Aun me siento peor, mi bebé tan lejos, tan solo.

Solo tengo la esperanza que allí donde esté el tiempo pase de otro modo, y que la separación entre su muerte y la mía sea tan corta que sienta que nos reencontramos en un instante. Eso debe ser, un instante en la eternidad. Ahora tengo que cuidar de tus hermanos y de papá, pero vendré enseguida... y jamás me separaré de ti.




miércoles, 7 de febrero de 2018

Mothering the one who's not here: La maternidad de un bebé que no está

In December I had the chance to read [PALS founder] Lindsey Henke’s piece, Invisible Motherhood. In it she discusses the fear of forgetting the baby you lost, especially when life goes on and new children come into your world. How do you continue parenting the one who’s not here? She writes about her ritual for Nora:
So how am I supposed to parent a child I cannot hold?
My answer?  I write her name on the glass shower door every morning.  As the steam rises and the water droplets form into fog on the glass entrance, I ritually carve the letters of her name out of the dew upon the door. Four letters, short and sweet, like her life was, appear every morning on the windowpane because I place them there. While the water from the showerhead beads off my back I decorate her name on the glass with hearts and sometimes retrace the lettering over and over again. Taking a moment to remember her, if only for a minute so that I can be with her once again.


“Wow,” I thought. I thought that was something only I did. I write Lily’s name on the shower curtain – with a big curly L and sometimes a heart where the tittle of the lowercase “i” should be. For me, it’s also a moment to remember her in a space I often rubbed my belly and talked to her about our plans for the day or exposed her to my amazing [awful] shower singing. That was our time.

But as Lindsey also writes, “The demands of raising a living child take away from the time there is to mourn the dead one.” When I was reading this piece it was December. And I have three living children at home – all prime Christmas/Santa excitement ages (6, 4, and 2). Demands to make the time magical for them, and to continue family traditions dominated. We had cookies to bake. Santa needed to be seen. We had to find the most amazing tree. That damn elf needed to be moved every night!

Lindsey’s piece made me think about all the ways I still parent Lily even seven and a half years after her death.

There are the ways that everyone sees. We include her bear in our family pictures. We light candles on October 15th, Pregnancy and Infant Loss Awareness Day. Every Christmas I buy a gift for a girl who would be the same age as Lily would be that year. We have special ornaments that go up on the Christmas tree and a stocking every year for her. She has an Easter basket. Over her birthday weekend in May, we participate in the March for Babies walk and treat that event like a birthday party for her. I also am active in our local support group, and coordinate pregnancy and infant loss bereavement education programs for local medical professionals at area hospitals and clinics.

But parenting isn’t a “special occasion” only gig.

Parenting Lily by writing her name in the sand at the Baltic Sea

It’s not a part-time gig either. There are so many invisible ways I mother her that no one knows about or maybe even realizes I do. They’re conscious decisions I make because, as her mother, while I constantly fear I’ll forget her, I also know I haven’t had a single day since her birth that I haven’t thought of her; that I haven’t missed her; and that I haven’t wondered what it would be like to have her here.

So what else do I do besides the name in the shower ritual? I write her name in the sand during family vacations to the beach. Sometimes I’ll try to sneak a picture of my living kids next to it too. Lily’s name has been on a beach at the Baltic Sea when we took her baby brother to visit family in Germany. It’s been written on the shores of Lake Michigan and Lake Superior during long weekends away from our home during the summer.I write her name in the dirt on hiking trails too, or with tiny rocks in parks where I take my kids to play. Or with sidewalk chalk in our own driveway while the kids draw pictures of suns, trucks, trees, and, of course, rainbows. I put her name in Play Doh, and sneak her initials into the frosting on the gingerbread train her siblings are decorating.

It’s not just writing her name wherever I can either.

Last summer, my living daughter wanted a “girls’ night.” We invited her aunts and female cousins to spend a night at a hotel and hang out – just the girls. That night after we all got out of our swimming suits and put on our PJs or comfy yoga pants, I put on the t-shirt we wear at the annual March for Babies walk. So, Lily was represented while we ate junk food, danced to songs from Moana and Trolls, and painted our nails. She was a part of that first annual girls’ night too.

This Christmas my sister and I took my living daughter to see The Nutcracker at a local theater. As I helped Audrey pick out a pretty dress, pretty shoes, jewelry, and let my little girl put on a little bit of the perfume she always begs to use, it was not lost on me that there was another girl missing. Lily should be there telling Audrey all about the ballet and how much fun it is to watch the battle of the Mouse King. So before we left, I put on my “held your entire life” necklace stamped with Lily’s name on it. So she’s part of that tradition too.

The more I think about the ways I parent her still, and how I incorporate her into our busy lives, the more I realize too how sometimes I’m not even thinking about it while I’m doing it.

It is just part of mothering now.

Artículo original: "Parenting the one who’s not here" 
https://pregnancyafterlosssupport.com/parenting-one-whos-not/

viernes, 2 de febrero de 2018

Stress postraumático y duelo perinatal

Las mamás de bebés que han nacido muertos tenemos dos enormes pesares, uno por haber sobrevivido a un hijo y otro por haber vivido una experiencia absolutamente desgarradora, parir un bebé que sabes que no vivirá. Somos víctimas y a la vez supervivientes. 

El trauma que supuso para mi el parto de Xavi es indescriptible. El shock me permitió hacerlo, casi sin pensar, casi sin sentir... porque hubiera sido absolutamente insoportable... como lo ha sido después. El shock nos protege de una situación insoportable para nosotros, la mente se colapsa y solo puedes hacer lo que te piden. Estas en shock y de repente te hundes y te das cuenta de la realidad, pero de golpe vuelves al shock y es como si no pasara nada. Pero después del parto, de irte del hospital con los brazos vacíos, llegar a casa y recoger todo lo que habías estado preparando durante semanas para tu bebé... llega un día que el parto vuelve. Y vuelve con toda la intensidad que no pudiste soportar allí, con todos los gritos, pataleos e histeria que no pudiste expresar. Y también vuelven las contracciones, la presión...y la cabeza de tu bebé saliendo por el canal del parto... y todo su cuerpecito. Y vuelves a parir. 

Stress postraumatico. Y se agrava con los recuerdos posteriores de tu actitud allí, de tus lagrimas contenidas, de tu amabilidad con la gente que vino a verte al hospital ... cuando tendrías que haber estado llorando desconsoladamente, gritando a todos que se largaran, que te dejaran, matando al médico que te siguió el embarazo... hay que perdonarse a uno mismo tantas cosas de aquellos primeros días... pobres de nosotros, no sabíamos lo que estábamos viviendo ni lo que nos venía encima. 

Tuve 2 crisis de stress postraumático antes de verano y ya pensaba que no volvería a ocurrir... pero en el momento mas inesperado, cuando estábamos tranquilos en casa un día de lluvia, jugando en el suelo con nuestros hijos... de repente y de la nada veo salir entre mis piernas a mi bebé, me transporta a la sala de partos, las contracciones, el llanto desesperado, el revivir el peor momento de mi vida... y mi cuerpo solo quiere luchar contra ello, cerrar como sea el camino, apretar la vagina como nunca, y las contracciones tan intensas... y NOOO no quiero no quiero no quiero... por favor q me quiten este dolor, no quiero pasar por esto, no quiero apretar, no quiero dar a luz así, no quiero que se vaya, quiero a mi bebé, nooo por Diós no... por favor... 


Y mi universo vuelve a ese momento, 8 meses atrás se convierten en mi presente... y no sé cuanto tiempo dura... y aunque las contracciones paran, el dolor del parto se queda, los músculos de la barriga aun me duelen, y el corazón... ojalá se parara... porque revivir esto es desgarrarte de nuevo, es abrir de nuevo la herida que he estado cosiendo todo este tiempo... que para mi, ahora, vuelve a ser. Fue ayer, ha sido hoy, es ahora. Y el tiempo no cura nada. El tiempo es absolutamente relativo y nunca lo había visto tan claro como ahora.