Ya llega la Navidad y con ella el fin de año, un año de mierda que ni siquiera he notado pasar. Estos meses he descubierto la relativización del tiempo y he perdido la capacidad de colocar los recuerdos en la línea temporal donde tocan. El tiempo se ha dilatado en algunos momentos y otros simplemente son recuerdos fugaces. Tengo totalmente presente el nacimiento de Xavi y los primeros días ... y en cambio todo lo que he vivido después lo recuerdo lejano, o directamente no lo recuerdo. Parece que haya vivido arrastrada por la vida, pero con la cabeza y el corazón totalmente parados en aquellos instantes en que me dijeron que mi bebé estaba muerto, que el corazón no latía, que tenía que nacer y yo debería despedirme para no volver a verle nunca más.
Qué duro lo que nos ha tocado vivir ... y qué duras las fiestas que ya llegan, inevitablemente, con toda la felicidad, luces y alegría. Y yo quisiera hibernar hasta abril.
Yo adoraba la Navidad ... pero este año no puedo con la hipocresía, no puedo con la obligación y el contrato social. Una de las cosas que he aprendido con la muerte de Xavi es que la vida es demasiado corta y preciosa para hacer cosas que no nos hacen felices. Nos hemos liberado de compromisos y otras presiones inútiles que nos autoimponíamos.
Estos días no paro de llorar. La Navidad está a la vuelta de la esquina. Y yo me siento tan desgraciada ... la tristeza me inunda y me cuesta tanto hacer cualquier cosa, tomar cualquier decisión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario