Desgraciadamente no tenemos otra
opción que sobrevivir. Digo desgraciadamente porque en muchos momentos deseé
irme con él, a pesar de todo lo que tenía aquí. El dolor por la muerte de mi
hijo fue tan intenso como el amor que sentía por él y por mis otros hijos. Viví
mucho tiempo anclada en esos terribles días, el tiempo no pasaba en mi cabeza,
y fueran semanas, meses o años, el embarazo y el nacimiento de Xavi me parecía
que fueron ayer.
Hoy mi precioso bebé cumpliría
4 años y me asusto de que el recuerdo empiece a parecerme lejano y algo que
sucedió como una pesadilla horrible. Muchas veces me siento así, y algunas
pocas me vuelve a invadir el intenso dolor que me retuerce el estómago y me
oprime el corazón. La cicatriz que ha dejado es muy profunda, el dolor se puede
revivir como al principio del duelo, y el corazón duele, de verdad. Pero cada
vez es menos a menudo, y con el tiempo sumo otras pérdidas en mi vida, amigos,
abuelos... y veo el sufrimiento que viven personas muy queridas a mi alrededor.
Y me siento afortunada porque mi ahora mi vida es feliz. El césped de mi jardín
está verde y de nuevo, aunque algunos nunca sabrán que es porque lo
hemos estado regando con muchas lágrimas.
Hemos aprendido grandes
lecciones en estos años de duelo. Sobre el amor a los hijos, sobre el dolor,
sobre la amistad, sobre nosotros mismos, sobre nuestro matrimonio... sobre la
vida. ¡Qué efímera! Y cuantas preocupaciones absurdas tenemos los hombres,
cuántos compromisos nos imponemos, cuántas presiones... olvidando que lo
esencial es lo más cercano, lo más pequeño, lo más simple. Nos creemos
invencibles, insustituibles, pero nuestra vida pasa muy rápido y demasiado tarde
nos damos cuenta de nuestra insignificancia y, por tanto, de la nimiedad de
nuestras preocupaciones.
Lo que es innegable es que estamos cansados. Han sido unos años muy duros a nivel físico y emocional. Nuestro
cuerpo nos pide a gritos descansar... la maternidad y la infancia de nuestros
hijos está siendo una etapa de nuestra vida muy dolorosa, intensa y exigente.
Volvemos a sentir felicidad en muchos momentos, pero estamos agotados.
Este es mi propósito para el
próximo año, recuperarme del todo y acabar de asentar la tristeza que aún me
acompaña en el fondo del corazón.